Durante infinitos años, las mujeres han
permanecido en el hogar cumpliendo allí con sus deberes, hasta que el
desarrollo industrial las sacó de él para lanzarlas a la lucha por la vida.
Pero esta alteración en las tareas femeninas, esta pérdida de la protección del
hogar que debió acarrear al mismo tiempo la emancipación de la mujer, ha
significado por el contrario, la consagración de un odioso estado en el que
ésta se ve sobrecargada con la doble tarea del hogar y de la fábrica u oficina,
sin ninguna legislación o ayuda especial que les permita ejercer sus deberes y
derechos. Sin igualdad en la retribución del trabajo, ni posibilidad de hacer
efectivas sus decisiones ante ninguno de los problemas que le atañen.
En una palabra, la mujer es hoy por hoy el
ser más desvalido de la sociedad y como si esta situación no fuera aún lo
suficientemente penosa, ahí están acechándola los espectros del fascismo y de
la guerra, para privarla de todos sus pequeños derechos adquiridos, para
obligarla a ser tan sólo la preparadora de máquinas de muerte en la retaguardia
de la guerra o el descanso del guerrero fatigado de la lucha.
Las mujeres conscientes del hecho que pertenecer al sexo que lleva a feliz término la vida, no debe ser sinónimo de ser abandonado y despreciado, sino por el contrario, acreedora a una legislación que debe tender a protegerlas y dignificarlas, nos hemos reunido y hemos contraído el compromiso de luchar por la liberación integral, o sea: económica, biológica, jurídica y social.
Es así como en el terreno económico
lucharemos por la igual retribución de sueldos y salarios para hombres y
mujeres, a base estos últimos de un salario mínimo; por el derecho a ocupar
cualquier cargo rentado de los que hoy están excluidas y, en general, por todos
aquellos problemas resultantes de malas condiciones económicas, como por
ejemplo: el de la prostitución, el hambre y el abandono.
En el terreno biológico, nuestra actividad
no cesará hasta conseguir que las Autoridades, tanto Científicas como Gubernamentales,
se preocupen del angustioso problema que significa para la mujer obrera o
privada de recursos, el embarazo o alumbramiento excesivamente repetido.
Situación cuyo desenlace es hoy, el aborto clandestino con todo su cortejo de
enfermedades; o la muerte del nuevo ser por miseria, desnutrición o abandono
involuntario y forzado. La mujer tiene derecho a la maternidad consciente, o
sea solamente voluntaria en aquellos casos en que su estado de salud y
condiciones económicas se lo permitan.
Las que deseamos verdaderamente condiciones
de vida más humanas y mayor cultura en la mujer obrera, creemos que este
constituye uno de los problemas básicos que debe abordarse sin falsos pudores
ni hipocresías. Todas nuestras aspiraciones de mejorar el “standard” de vida
femenino, no serán jamás una realidad mientras la sociedad no libere a la madre
sin recursos y sin educación de este bárbaro tributo a que hoy se la condena.
En el aspecto jurídico, lucharemos por los
derechos civiles y políticos, por la igualdad de los hijos legítimos e
ilegítimos, por el divorcio, por la investigación de la paternidad y por la
Dictación de un Código del Niño basado en los preceptos científicos y sociales
modernos.
Estaremos en general en todo sitio en que
las dificultades, los sufrimientos o la miseria de la mujer nos llamen a
ayudarla. En el establecimiento educacional, cuando es obligada a aportar una
mejor nota que su compañero para su incorporación a los estudios, en el
conventillo cuando la vemos luchar por la existencia, en un cuarto
antihigiénico, privada del aire y del sol, víctima propiciatoria de todos los
flagelos, etc.
Estos problemas deben unir a todas las
mujeres para quienes el mundo no está encerrado entre los cuatro muros del
hogar, a todas las que ven en su solución la base para una mejor sociedad
futura.
Que toda aquella que ha contemplado y
sentido en carne propia el dolor de la mujer en esos casos de irritante
injusticia a que la someten las costumbres y la legislación actual, luche por
el programa expuesto sea cual sea su convicción política.
Que considere que actualmente existen
múltiples organizaciones que no han conseguido cambiar fundamentalmente los
Estatutos femeninos en la sociedad, a pesar de la eficiencia y buena intención
de sus afiliadas y que esta falta de resultados efectivos es sólo la
consecuencia de nuestra disgregación.
Coordinemos nuestra acción al servicio de
las reivindicaciones mencionadas. Pongámonos de acuerdo todas las asociaciones
existentes, todas las mujeres inorganizadas, todas las que simpatizamos con la
causa para dirigir nuestras fuerzas en un solo camino. No separemos ni
disgreguemos a un solo miembro de las organizaciones creadas, hagamos tan solo
una entente al servicio de la mujer. No pretendemos tampoco ser una central, ni
una fuerza superior a otras: relacionemos, animemos y serviremos así a la obra ya comenzada.
Si nuestros fines son generosos empecemos
por serlo en la forma de nuestro trabajo, alejando de él toda ambición personal
o partidista. Trabajemos tan solo por un orden nuevo en el que al desaparecer
el dolor de la mujer, ya no pueda ser pretexto de mezquinas especulaciones ni
justificativo de humillante caridad.
Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena - MEMCH.
28 de mayo de 1935.
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