miércoles, 24 de abril de 2013

Crisis de 1929 y sus efectos en Chile

Carlos Ibáñez se convirtió en aliado de los capitalistas norteamericanos, a quienes les aseguró los monopolios del cobre, de la energía eléctrica, del salitre, de los tranvías y del comercio. Se calcula que, en 1930, las inversiones directas de capitales norteamericanos en Chile, sumaban 729 millones de dólares. Con ello, los primeros años de la dictadura dieron la sensación de una notable bonanza, que permitió emprender algunas reformas de carácter económico, estimulando la inversión hacia la industria liviana. Se solicitaron varios empréstitos a la banca extranjera, para desarrollar un gran plan de obras públicas, que provocaron una mayor subordinación de la economía chilena.

Estas medidas crearon una sensación de progreso y optimismo, que favoreció la estabilidad del gobierno durante los primeros dos años. Sin embargo, todo ello se desplomó abruptamente, a partir del 29 de octubre de 1929, cuando se produce el desplome en la Bolsa de Valores de Nueva York. Según un informe de la Liga de las Naciones, Chile sería uno de los países más afectados, especialmente, entre los años 1931 y 1933. El 1931, las exportaciones cayeron en un 36 %, afectando especialmente al cobre y al salitre, la cesantía afectó a más de 300.000 personas sobre una población de 4.287.445 habitantes, la incipiente industria se paralizó, la agricultura tuvo grandes pérdidas, los sueldos cayeron a los niveles más bajos de imaginar.

Se calcula que más de un 25% de la población quedó en la extrema miseria. Informes de organismos internacionales, señalan que durante la Gran Crisis, Chile tuvo los índices de mortalidad infantil y de tuberculosis más altos del mundo. La paralización de las fuentes productivas mineras y agrícolas provocaron la emigración hacia las ciudades, que se vieron invadidas de personas deambulando, en busca de comida y un lugar de abrigo, que incluso morían en los sitios públicos de frío y hambre.

Toda la estructura económica y social del país se vio convulsionada, lo que traería consecuencias políticas e inestabilidad social. En las calles de Santiago comenzó la agitación social. Quienes asumieron la batalla contra el régimen fueron los estudiantes. En el centro de la ciudad se sucedían, día tras día, las manifestaciones y los disturbios, que provocaron la muerte de varios policías,  por lo que sus mandos resolvieron permanecer con el personal en los cuarteles. Como no había vigilancia policial en las calles, los sectores acomodados formaron guardias blancas, aumentando la sensación de ingobernabilidad.


Adaptado de Sebastián Jans, El desarrollo de ideas socialistas en Chile. 1984

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