El proceso de ahorro-inversión y la incorporación de la tecnología moderna constituyen los determinantes principales del crecimiento económico. En general, bajos niveles de ahorro inducen bajas tasas de crecimiento económico. Pero, ¿a qué se deben las bajas tasas de ahorro? Hay distintas explicaciones, no excluyentes entre sí: a) Una economía subdesarrollada, con un bajo nivel de ingreso, tendrá una capacidad de ahorro reducida. Este ahorro disminuye aún más si crece la población. b) Individuos de distintas sociedades tienen distintas actitudes psicológicas frente al ahorro. c) La propensión a ahorrar es mayor entre los empresarios que entre los trabajadores; luego, en un contexto en el que los trabajadores posean un elevado poder de negociación se tenderá a una redistribución del ingreso hacia mayores niveles relativos de remuneraciones, generándose un menor nivel total de ahorro. d) La existencia o no de ciertas instituciones específicas, como el sistema previsional y grandes corporaciones, puede afectar significativamente el nivel de ahorro.
Pero, para que una economía crezca, también es condición necesaria la inversión. El ahorro generado en una economía puede no ser reinvertido en el país; es tradicionalmente el caso de las utilidades remitidas al exterior por las empresas extranjeras. El nivel de inversión depende de distintos factores, como la existencia del empresariado y de proyectos rentables, la posibilidad de acceso de los empresarios a un mercado de capitales, interno o externo, que facilite la concreción de esos proyectos. Por último, un contexto económico y político estable, con reglas definidas, es un elemento positivo para la inversión.
Tomando como referencia los tres elementos conceptuales descritos (ahorro, inversión y tecnología moderna), presentamos una visión esquemática, casi caricaturesca, del crecimiento económico chileno durante los siglos XIX y XX.
Hasta 1880, Chile era una economía pobre, fundamentalmente agrícola y de autoconsumo, con un nivel de ahorro casi nulo; su aislamiento implicaba un acceso restringido a los mercados de capitales, por lo que no había fuentes de financiamiento para eventuales proyectos de inversión. El resultado era una economía prácticamente estancada. La falta de ahorro y la existencia de una clase latifundista sin espíritu empresarial contribuían a un crecimiento económico muy lento.
El boom salitrero del período 1880-1930 transformó a Chile en una economía primordialmente monoexportadora, en la que la inversión extranjera tenía un papel fundamental. La actividad monoexportadora se constituyó en la principal fuente de generación de ahorro de la economía chilena. La proyección internacional de Chile como principal exportador mundial de salitre atrajo nuevas inversiones extranjeras hacia la explotación de cobre. Aunque una fracción importante de las utilidades era remitida al exterior, quedaba un remanente que permitía financiar inversión privada local (e inversión pública); además, los factores productivos nacionales vinculados al sector monoexpotador y los sectores domésticos que proporcionaban insumos a dicho sector experimentaron alzas en su nivel de ingresos, lo que generó aumentos de demanda para una variada gama de bienes nacionales e importados, estimulando la producción y la inversión. En síntesis, el boom salitrero condujo a Chile hacia una trayectoria de crecimiento relativamente superior a la del pasado; aumentó el nivel de ahorro total y se estimuló la inversión nacional. La incorporación de tecnología moderna correspondió principalmente a las empresas extranjeras vinculadas a la actividad monoexportadora; dada la especificidad de este rubro, no hubo demasiada difusión del uso de la tecnología moderna hacia el resto de la economía. El nivel relativamente reducido de capacidad empresarial nacional se mantuvo prácticamente inalterable durante este período.
Durante la aplicación de la estrategia ISI, las elevadas barreras proteccionistas son el instrumento por el cual los consumidores transfieren recursos y ahorro al sector industrial; por otra parte, la imposición del control de precios fundamentalmente de bienes de consumo alimenticio constituye el mecanismo de transferencia de ahorro y utilidades del sector agrícola al sector industrial. Este control de precios permite además frenar las presiones salariales, lo que potencia la rentabilidad y el nivel de utilidades del sector empresarial industrial. Los incentivos de precios relativos (altas tarifas a los bienes importados y control de precios de bienes alimenticios) estimulan también la expansión del sector industrial; de esta forma se crea una nueva clase empresarial industrial nacional que demuestra ser más exitosa que la latifundista y que los inversionistas extranjeros, ya que contribuye a que la economía chilena se desplace hacia una trayectoria de crecimiento económico claramente superior a la existente en el pasado. Además, la industria incorpora tecnología moderna que tiene cierta diseminación hacia el resto de la economía. Las grandes empresas estatales creadas por la CORFO también contribuyen a crear capacidad gerencial, técnica y profesional. El empresario industrial de la ISI concentra las funciones de ahorro e inversión, pero la ausencia de competencia externa restringe su nivel de eficiencia; es más, la rentabilidad de un proyecto de inversión industrial depende principalmente de decisiones administrativas (mantención de determinados niveles de aranceles, acceso a crédito preferencial y a la asignación de divisas, etc.), lo que releva a estos empresarios de preocuparse por mejorar la gestión propiamente productiva. Los empresarios que surgen en esta fase requieren del apoyo estatal y de barreras proteccionistas para evitar la competencia externa. La consolidación del poder sindical y la mayor conflictividad laboral generan aumentos de las remuneraciones superiores a los incrementos de productividad; esto afecta el nivel de utilidades, y por tanto a la rentabilidad y el nivel de inversiones del sector industrial. Pasadas dos décadas, el entorno económico en el cual estaba operando la estrategia ISI contenía elementos que entorpecían el crecimiento futuro.
Las reformas económicas posteriores a 1973 modifican radicalmente el proceso previo de ahorro-inversión. El empresariado nacional se ve expuesto a dos fenómenos nuevos: la implantación de un sistema de mercados libres y la apertura externa eliminan la tutela estatal, y los empresarios tienen que aprender a subsistir en un esquema de gran competencia; por otra parte, la privatización implica la transferencia de una magnitud considerable de patrimonio y recursos del sector público al sector privado; y permite el surgimiento de nuevos grupos empresariales con una mayor calificación técnico-profesional y más dispuestos a asumir riesgos. El nuevo sistema de precios relativos estimula las exportaciones; en consecuencia, la apertura externa y la expansión de las exportaciones requieren de empresarios emprendedores que incorporen la tecnología moderna para enfrentar la competitividad internacional y conquistar los mercados externos. Inversionistas y empresarios extranjeros contribuyen de manera importante en este proceso.
Por el lado del ahorro, hay una serie de reformas y fenómenos que contribuyen a su incremento en el período post 1973. En primer lugar, cabe señalar la liberalización y la profundización del mercado doméstico de capitales, que se complementa con el progresivo acceso al mercado de capitales internacional; esto expande notablemente las posibles fuentes de financiamiento para la inversión. En segundo lugar, la represión sindical y el elevado nivel de desempleo que predomina durante la mayor parte del período 1973-90 generan una contracción salarial, la que redistribuye ingresos e incrementa utilidades en favor del sector empresarial; dada la mayor propensión marginal al ahorro de este sector en relación a los trabajadores, asciende el nivel de ahorro nacional. En tercer lugar, dos profundas transformaciones institucionales inciden positivamente en el aumento del ahorro (e inversión) nacional hacia fines de la década del 80 y después. Una de ellas es la creación del sistema previsional de AFP, que genera un importante flujo financiero que comienza a estar disponible para financiar inversiones del sector privado. El otro cambio institucional importante es el surgimiento de grandes corporaciones privadas, producto de las privatizaciones de las grandes empresas estatales productoras y proveedoras de servicios de utilidad pública; estas corporaciones acumulan montos importantes de utilidades retenidas, las que constituyen una fuente importante de ahorro y financiamiento de futuras inversiones de estas empresas.
En síntesis, las reformas económicas propias de la estrategia de mercados libres con apertura externa e inversión privada han favorecido el surgimiento de empresarios nacionales eficientes, y creado una nueva institucionalidad que proporciona fuentes de ahorro y financiamiento para nuevos proyectos de inversión; todo esto debiera eventualmente conducir a la economía chilena a una trayectoria de crecimiento más elevada que aquella que prevalecía durante la estrategia ISI.
Adaptado de: Meller, Patricio.
Un Siglo de Economía Política Chilena (1890-1990). 1998
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