jueves, 11 de diciembre de 2014

Prólogo al libro “El Ladrillo”

En 1956 se firmó un convenio entre la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile y la Universidad de Chicago por el cual un grupo de alumnos seleccionados irían becados a esta última para realizar estudios de posgrado en Economía. El objetivo era dotar a la Universidad Católica de un grupo de por lo menos cuatro profesores de jornada completa que tuvieran un riguroso entrenamiento en Ciencias Económicas. Así fue como a partir de octubre de 1958 se produjo una profunda transformación en la enseñanza en la Universidad Católica. Producto del prestigio académico alcanzado, en 1967 y 1968 se organizó un curso de Economía especialmente diseñado para empresarios. Este curso se dictó en las oficinas de la Sociedad de Fomento Fabril y a él concurrieron los empresarios más representativos e importantes del país. La convivencia entre académicos y empresarios fue recíprocamente enriquecedora y produjo como resultado el que éstos propusieran a un grupo de nuestra Escuela de Economía su participación en la elaboración de un programa económico para el candidato señor Jorge Alessandri.

Corría el año 1969 y la ciudadanía volcaba, justificadamente, sus preocupaciones a la elección presidencial que se efectuaría en 1970. Los candidatos a ocupar la más alta Magistratura Nacional estaban ya definidos: don Salvador Allende, don Radomiro Tomic y don Jorge Alessandri eran las alternativas. Un grupo de profesionales inició la elaboración de un programa económico y social para ser presentado al entonces candidato don Jorge Alessandri. Las orientaciones fundamentales del programa alternativo, presentado a don Jorge Alessandri eran la apertura de nuestra economía, la eliminación de prácticas monopólicas, la liberación del sistema de precios, la modificación del sistema tributario por uno más neutral, eficiente y equitativo, la creación y formación de un mercado de capitales. La generación de un nuevo sistema previsional, la normalización de la actividad agrícola nacional, destrozada por la Reforma Agraria, y la protección de los derechos de propiedad. En los meses de abril a junio de 1970 me correspondió presentar el programa socioeconómico ante los principales asesores del candidato don Jorge Alessandri. El grupo empresarial que dirigía la campaña de Alessandri declaraba estar de acuerdo con el programa elaborado, pero estimaba que las reformas debían ser mucho más graduales. Nuestro pensamiento era que la gradualidad llevaría al fracaso del programa y al desistimiento de su aplicación.

El 4 de septiembre de 1970 fue elegido con la primera mayoría relativa don Salvador Allende Gossens. Mucha agua pasó bajo el puente en los mil días del régimen marxista. Quizás demasiada agua tomentosa que produjo profundas trizaduras en los cauces de la convivencia nacional. Aquel grupo que en 1969 había elaborado, con fe y esperanza, un programa socioeconómico volvió a las aulas universitarias, principalmente a la Escuela de Economía de la Universidad Católica. Sin embargo, tres años después el persistente deseo de un Chile mejor impulsó a un grupo de académicos a intentar la elaboración de un programa de desarrollo económico. Nuestro norte fue entregar recomendaciones con el propósito de ayudar a sacar al país de la postración económica en que se había sumido: ¡de la desesperanza y de la pobreza generalizadas en que nos estaba envolviendo y encarcelando el régimen de la Unidad Popular! 

A partir de marzo de 1973, las reuniones fueron, por lo general, una vez a la semana. A medida que transcurría el tiempo aumentó la periodicidad y también se incorporó más gente al análisis, la discusión y elaboración de documentos. No fueron pocas las discusiones que tuvieron determinados temas antes de ir a parar a la máquina de escribir. En efecto: la propiedad de la tierra, la propiedad de los bancos, la propiedad de las empresas del Área Social, la propiedad de la minería fueron temas ampliamente debatidos. Todos nosotros, estando convencidos de los beneficios de la libertad económica, habíamos sido bombardeados por años de estatismo y habíamos experimentado, en mayor o menor medida, una cierta erosión intelectual y política. La realidad social y económica de los años de Gobierno de la Unidad Popular era tan absolutamente catastrófica que en más de algunas discusiones, sobre los temas mencionados, se privilegió tener un acercamiento acordado y oportuno sobre ciertos puntos en lugar de tener dilaciones y gamas de alternativas que lo único que hubiesen provocado habría sido desconcierto y desorientación. Cabe señalar que sólo uno de los miembros del grupo académico, sin que el resto lo supiéramos o siquiera sospecháramos, tenía contacto con los altos mandos de la Armada Nacional. Grande fue pues nuestra sorpresa cuando constatamos que la Junta de Gobierno poseía nuestro documento y lo contemplaba como de posible aplicación. El primer efecto del Programa de Desarrollo Económico fue la migración de casi todos sus autores, desde los claustros universitarios al árido y difícil campo del servicio público.

El propósito de dar a conocer en forma pública este documento es para señalar que las ideas tienen fuerza; que estas ideas deben debatirse y convencer al más alto nivel; que la fuerza de estas ideas es en gran medida la fuerza que hoy impulsa el desarrollo del país; que el desarrollo del país es una tarea de todos nosotros, y que el compromiso genuino con estos ideales libertarios es lo único que permite pasar el umbral de la ilusión a la concreción. Muchos se extrañan y se preguntan cómo fue posible que el Gobierno de las Fuerzas Armadas aplicara un programa libertario tan ajeno a los conceptos de extrema centralización con que éstas operan. Nuestra respuesta es que ello se debió a la visión de que hicieron gala los Comandantes en Jefe de cada una de las Instituciones Armadas. El caos sembrado por el gobierno marxista de Allende, que solamente aceleró los cambios socializantes graduales que se fueron introduciendo en Chile ininterrumpidamente desde mediados de la década de los 30, hizo fácil la tarea de convencerlos de que los modelos socialistas siempre conducirían al fracaso. Los frutos cosechados por el país, de los ideales libertarios que persiguió “El Ladrillo”, son, en gran medida, obra del régimen militar. En especial del ex Presidente de la República don Augusto Pinochet y de los Miembros de la Honorable Junta de Gobierno. Nosotros fuimos sus colaboradores.


Adaptado de: Sergio de Castro Spíkula (1992). Economista chileno, ministro de Hacienda y de Economía del gobierno de Augusto Pinochet.

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