Desde que la sociedad industrial se definió como un proceso civilizatorio, uno de cuyos elementos fundamentales fue la urbanización, lo rural nunca se ha definido, quedando como residuo de lo-que-aún-no-es-urbano, dicotomía que desde la sociología se viene planteando en términos de polarización y luego de oposición, poniendo en lo alto de la escala a lo urbano, y en lo más bajo a lo rural.
Sin embargo, el proceso de urbanización dejó de ser hace mucho tiempo un simple proceso cuantitativo, de mera acumulación demográfica en torno a una acumulación de recursos, para pasar a ser un proceso de carácter cualitativo. Es por ello que no son pocos los autores que se han enfrentado a la problemática de definir y consensar términos como rural, urbano, ciudad, debido a la complejidad inherente del tema y a las diferentes realidades de cada país, con lo que han surgido distintos criterios, tanto cuantitativos como cualitativos para diferenciar los espacios urbanos de los espacios rurales.
Para el Consejo Nacional de Población de México (CONAPO), el espacio urbano corresponde a “un espacio geográfico creado y transformado por el hombre con una alta concentración de población socialmente heterogénea, con radicación permanente y construcciones continuas y contiguas, donde se generan funciones de producción, transformación, distribución, consumo, gobierno y residencia, existiendo servicios, infraestructura y equipamiento destinado a satisfacer las necesidades sociales y a elevar las condiciones de vida de la población”. En nuestro país, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), hace referencia al concepto de ‘entidad urbana’, el cual se entiende como “un conjunto de viviendas concentradas, con más de 2.000 habitantes, o entre 1.001 y 2.000, con el 50% o más de su población económicamente activa dedicada a actividades secundarias y/o terciarias. Excepcionalmente los centros que cumplen funciones de turismo y recreación con más de 250 viviendas concentradas y que no alcanzan el requisito de población, se consideran entidades urbanas”.
Respecto a lo rural, el CONAPO lo identifica con “una población distribuida en pequeños asentamientos dispersos, con una baja relación entre el número de habitantes y la superficie que ocupan, así como predominio de actividades primarias, niveles bajos de bienestar y de condiciones de vida, principalmente en países de menor desarrollo”. Buzo (2007) se refiere a los espacios rurales como aquellos que “están constituidos por elementos físicos abióticos y bióticos, pero con un alto grado de transformación debido a las actividades humanas, transformando el espacio natural en un espacio humanizado, pero sin llegar a los extremos del paisaje urbano, y donde las principales actividades económicas que se desarrollan son las que se agrupan en el sector primario: agricultura, ganadería, explotación forestal, caza, pesca, etc.”. Para el INE, las áreas o espacios rurales corresponden al “conjunto de viviendas, concentradas o dispersas, con 1000 habitantes o menos, o entre 1001 y 2000 habitantes, con menos del 50% de su población económicamente activa dedicada a actividades secundarias o terciarias”.
Si bien estas definiciones de espacio rural están asociadas con “aquello que no es urbano”, es necesario tener en consideración que estos espacios se han visto afectados por el avance incesante de la urbanización, que ha expandido los límites de las ciudades, incorporándolos a las urbes, absorbiéndolos en muchos casos e integrándolos a su lógica de funcionamiento, lo que hace cada vez más difícil diferenciar lo urbano de lo rural.
Bibliografía
Ávila, H. (coord.). Lo urbano-rural, ¿nuevas expresiones territoriales?
Baigorri, A. De lo rural a lo urbano.
Buzo, I. El espacio rural.
Capel, H. La definición de lo urbano.
Instituto Nacional de Estadísticas, Chile. CHILE: Estimaciones y Proyecciones de Población por Sexo y Edad.
Villalvazo, P.; Corona, J.; García, S. Urbano-rural, constante búsqueda de fronteras conceptuales.
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